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FOLKLORE
LA ARTESANIA DE SONORA


La habilidad manual, la creatividad y el gusto se han expresado en una gran cantidad de objetos, antiguamente tanto utilitarios como rituales. Sin embargo, la modernidad ha restringido la artesanía a la indumentaria ceremonial. Las plantas que utilizaban para elaborar las fibras y con estas cestería, eran sauce y morera. Un rasgo de la cestería tohono o’otham es la elaboración de cestos casi aplanados, formando un disco de leve fondo. También de uso doméstico, se elaboraban recipientes rústicos de cerámica. La elaboración de telas se realizaba con un telar consistente en cuatro pequeños postes clavados al suelo, y otros dos palos que se manipulaban.

La sierra
En las alturas del desierto de Sonora, refugiando sus pasiones, se encuentran otras dos etnias yutonahuas: o’ob o pimas, en la parte central del segmento sonorense de la Siera Madre Occidental, y makurawe o guarijíos, hacia el sur.
Tanto la cestería como la cerámica de los o’ob son similares a las de los tohono o’otham, de ahí la eventual pertinencia del término colonial “pimas bajos”. Pero tanto en los materiales como en el proceso de elaboración se plasma la condición serrana. El tejido de los cestos se hace en una pequeña cámara semi-subterránea denominada huki, donde se almacena previamente el material, con la finalidad de que la humedad y la frescura permitan su maleabilidad. Con fibra de ocotillo o torote se elaboran cestos aplanados como los de los “pimas altos”, y con palma cestos pequeños o waris.
Los makurawe también elaboran objetos tejidos de palma, pero además utilizan cedro, etcho, chilicote y torote. Con esto se producen waris, petates, sombreros. Se practica la cerámica de utensilios doméstico, el tejido de cobijas de lana y bordado de servilletas y la elaboración de instrumentos musicales y máscaras de madera.

Las riberas
La intensa religiosidad y como expresión primordial de ello, la ritualidad, parece haber evitado o arrasado cualquier sentido artesanal de la vida social de los yoeme o yaquis y de los yoreme o mayo, comúnmente denominados de manera genérica como cahitas. Entre ellos no existe el oficio de artesano como herencia prehispánica, pero debido a que son abundantes las fiestas y conmemoraciones, y a que en cada una hay varios personajes, resultaría casi infinito un listado de los objetos de la indumentaria que de manera aislada bien pudiesen pasar por artesanía. Sin embargo, hay un factor común en toda esa dotación de creatividad: se trata de hacer sonar y hacer visual la relación entre el hombre y la naturaleza. Habitantes de valles ribereños custodiados por la sierra y el Golfo de California, traslucen en su cosmogonía la centralidad de dos símbolos: el venado y la flor, que se pueden observar de múltiples formas, algunas veces aislados y en otras imbricados y transfigurados: la cabeza de venado con sus listones en la cabeza del danzante; el profuso collar del venado, de concha de abulón y chaquira; las pezuñas del animal, pendientes por decenas de un cinturón, que dan voz a los danzantes de venado y a los chapayekas o fariseos. Todo ello y más, simbiotiza al danzante y al mundo natural. Pero también la flor se puede ver en los cuernos de un venado yoreme, en las orejas de un chapayeka yaqui, o en un bule convertido en sonaja, que además siendo roja o azul, sonoriza la lucha entre el bien y el mal.





De una naturaleza distinta, la indumentaria utilizada por los cantores/danzantes en la ceremonia víkita, que se realiza en julio, constituye también un conjunto de obras creativas: máscara de gamuza, collares similares a los del venado yaqui, pero más abundante aún, el sol convertido en un casco blanco y emplumado, todo para iluminar una ceremonia de vigilia y teatralidad sagrada.

 




Antiguamente, la ritualidad imponía la destrucción de gran parte de los objetos rituales el sábado de gloria. En la actualidad, no todos los objetos se queman, debido a las dificultades para volver a elaborarlos o adquirirlos.
Algunos cahitas elaboran como miniaturas para su venta instrumentos musicales y muñecos y máscaras de chapayekas y pascolas, pero esto no es bien visto por los tradicionalistas. La artesanía permanece como una parte estética y acústica de la disciplina ritual y, efectivamente, constituye un pilar de la persistencia cahita.


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Autoras: Roxana Cano Y Martha Leòn Este sitio web fue creado de forma gratuita con PaginaWebGratis.es. ¿Quieres también tu sitio web propio?
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